martes, 19 de julio de 2011

CRUCIFIXIÓN Y MUERTE II. Mt 27,45-56.

45Desde el mediodía hasta la media tarde toda la tierra estuvo en tinieblas. 46A media tarde gritó Jesús muy fuerte: Elí, Elí, lemá sabaktani. (Es decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? [Sal 22,2]).
47 Al oído, algunos de los que estaban allí decían:
-A Elías llama éste.
48Inmediatamente uno de ellos fue corriendo a coger una esponja, la empapó de vinagre y, sujetándola a una caña, le dio de beber (Sal 69,22). 49 Los demás decían:
-Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.
50Jesús dio otro fuerte grito y exhaló el espíritu.
51 Entonces la cortina del santuario se rasgó en dos, de arriba a abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron, 52 las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron;  53después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.
54El centurión y los soldados que con él custodiaban a Jesús, viendo el terremoto y todo lo que pasaba, dijeron aterrados:
-Verdaderamente éste era Hijo de Dios.
55Estaban allí mirando desde lejos muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para asistirlo, 56entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.

EXPLICACIÓN.


45-56. Las tres horas de tinieblas (45) recuerdan los tres días de tinieblas sobre la tierra de Egipto (Éx 10,21s): éxodo liberador para la humanidad entera; al mismo tiempo, juicio de Dios, (cf. Am 8,9s; Jr 15,8s). La tiniebla anuncia la llegada del Hombre (26,64; cf 24,29) (45). El grito de Jesús continúa la angustia de Getsemaní (26,38), por la ineficacia de su muerte para Israel (46). Interpretación equivocada o irónica del grito de Jesús (47-49). Ven en él la confesión de su fracaso y el deseo de ser liberado de la muerte. El odio de Israel lo acompaña hasta el último momento (vinagre, Sal 69,22). El grito (voz) estentóreo (50) al exhalar el Espíritu es de victoria, anuncia la efusión del Espíritu, del que había sido portador (50). La teofanía: la cortina del santuario es la misma humanidad de Jesús (nuevo santuario, cf. 26,51): la divinidad se manifiesta en Jesús. De arriba abajo, en la cruz se revelan como una sola cosa el Padre del cielo (arriba) y Jesús, el Dios con nosotros (abajo, cf. 1,23). Debilidad (muerte en cruz) y fuerza (el Espíritu), El papel de los templos ha terminado. El temblor de tierra es consecuencia de la teofanía (cf. Éx 19,18; Sal 96,9.13s; 97,4). Con la efusión del Espíritu comienza el reinado de Dios (Sal 96,13s). Las rocas se rajaron: a partir de la muerte de Jesús no existe para los hombres más fundamento sólido para construirse que Jesús mismo y su palabra (7,24). La resurrección de muchos santos (Dn 12,2) (52) indica la llegada de los tiempos mesiánicos; no son personajes del AT (cf. 13,17), sino santificados por el Espíritu, que han recibido por seguir a Jesús. La ciudad santa no se refiere ya a Jerusalén (4,5), ciudad asesina (23,37-39), sino a la consagrada por el Espíritu, la comunidad cristiana (cf. 5,14), que adquiere la certeza de su propia resurrección (16,18).

El centurión y los soldados (54): el paganismo. Terror (cf. 17,6). La cruz es la revelación de Dios a los paganos. Las mujeres (SS-56), desde lejos, como Pedro, seguían a Jesús (26,58): desconcierto y duda. La madre de los Zebedeos, que manifestó la ambición de gloria y poder (20,20s), no estará presente en la sepultura ni será testigo de la resurrección (27,61; 28,1).

No hay comentarios:

Publicar un comentario