45Desde el mediodía
hasta la media tarde toda la tierra estuvo en tinieblas. 46A media tarde gritó
Jesús muy fuerte: Elí, Elí, lemá sabaktani. (Es decir: Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado? [Sal 22,2]).
47 Al oído, algunos
de los que estaban allí decían:
-A Elías llama éste.
48Inmediatamente uno
de ellos fue corriendo a coger una esponja, la empapó de vinagre y, sujetándola
a una caña, le dio de beber (Sal 69,22). 49 Los demás decían:
-Déjalo, a ver si
viene Elías a salvarlo.
50Jesús dio otro
fuerte grito y exhaló el espíritu.
51 Entonces la
cortina del santuario se rasgó en dos, de arriba a abajo; la tierra tembló, las
rocas se rajaron, 52 las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que
habían muerto resucitaron; 53después que
él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la ciudad santa y se
aparecieron a muchos.
54El centurión y los
soldados que con él custodiaban a Jesús, viendo el terremoto y todo lo que
pasaba, dijeron aterrados:
-Verdaderamente éste
era Hijo de Dios.
55Estaban allí
mirando desde lejos muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea
para asistirlo, 56entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago y
José, y la madre de los Zebedeos.
EXPLICACIÓN.
45-56. Las tres horas de tinieblas (45) recuerdan los tres
días de tinieblas sobre la tierra de Egipto (Éx 10,21s): éxodo liberador para
la humanidad entera; al mismo tiempo, juicio de Dios, (cf. Am 8,9s; Jr 15,8s).
La tiniebla anuncia la llegada del Hombre (26,64; cf 24,29) (45). El grito de
Jesús continúa la angustia de Getsemaní (26,38), por la ineficacia de su muerte
para Israel (46). Interpretación equivocada o irónica del grito de Jesús
(47-49). Ven en él la confesión de su fracaso y el deseo de ser liberado de la
muerte. El odio de Israel lo acompaña hasta el último momento (vinagre, Sal
69,22). El grito (voz) estentóreo (50) al exhalar el Espíritu es de victoria,
anuncia la efusión del Espíritu, del que había sido portador (50). La teofanía:
la cortina del santuario es la misma humanidad de Jesús (nuevo santuario, cf.
26,51): la divinidad se manifiesta en Jesús. De arriba abajo, en la cruz se
revelan como una sola cosa el Padre del cielo (arriba) y Jesús, el Dios con
nosotros (abajo, cf. 1,23). Debilidad (muerte en cruz) y fuerza (el Espíritu),
El papel de los templos ha terminado. El temblor de tierra es consecuencia de
la teofanía (cf. Éx 19,18; Sal 96,9.13s; 97,4). Con la efusión del Espíritu
comienza el reinado de Dios (Sal 96,13s). Las rocas se rajaron: a partir de la
muerte de Jesús no existe para los hombres más fundamento sólido para
construirse que Jesús mismo y su palabra (7,24). La resurrección de muchos
santos (Dn 12,2) (52) indica la llegada de los tiempos mesiánicos; no son
personajes del AT (cf. 13,17), sino santificados por el Espíritu, que han
recibido por seguir a Jesús. La ciudad santa no se refiere ya a Jerusalén
(4,5), ciudad asesina (23,37-39), sino a la consagrada por el Espíritu, la
comunidad cristiana (cf. 5,14), que adquiere la certeza de su propia
resurrección (16,18).
El centurión y los soldados (54): el paganismo. Terror (cf.
17,6). La cruz es la revelación de Dios a los paganos. Las mujeres (SS-56),
desde lejos, como Pedro, seguían a Jesús (26,58): desconcierto y duda. La madre
de los Zebedeos, que manifestó la ambición de gloria y poder (20,20s), no
estará presente en la sepultura ni será testigo de la resurrección (27,61;
28,1).
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